El texto coránico no diferencia entre musulmán y musulmana, pero sí que
tiene en cuenta la disparidad entre hombres y mujeres, tal y como sucede en
otras religiones monoteístas. Con esta entrada queremos describir, de forma general, algunos aspectos de la vida femenina en al-Andalus por los que sabemos en buena parte por obras literarias, más que por fuentes cronísticas.
En el Corán hay un par de aleyas que ilustran
esta situación: la primera se refiere a la igualdad entre los creyentes [C,
33:35] “Dios ha preparado perdón y magnífica recompensa para los musulmanes y
las musulmanas, los creyentes y las creyentes, los pacientes y las pacientes (…)” y una segunda aleya, escogida entre un grupo
de las que presentan la posición inferior de la mujer respecto al hombre [C,
4:11] “Dios os ordena lo siguiente en lo que toca a vuestros hijos: que la
porción del varón equivalga a la de dos hembras. Si éstas son más de dos (a
falta de heredero varón), les corresponderán dos tercios de la herencia. Si es
hija única, la mitad (…)”. Por otra parte, tres de los cincos pilares básicos
del islam están condicionados por la naturaleza femenina: el ayuno, la
peregrinación y la oración no se pueden realizar en estado de impureza. La
menstruación o el parto son situaciones en las que las mujeres se consideran
impuras.
Muchos estudios revelan que el estatus y los roles femeninos de las mujeres
dentro de las sociedades musulmanas, así como las estructuras patriarcales y
las relaciones de género, no tienen que ver únicamente con la religión, pues aunque
las mujeres musulmanas experimenten directamente las consecuencias de las
interpretaciones de los textos religiosos, lo cierto es que hay que tener en cuenta
factores circunstanciales tanto políticos y económicos como culturales. Además,
algunos autores como A. Barlas hacen hincapié en que se preste atención a
ciertos aspectos liberadores hacia la mujer, insertos en las enseñanzas
coránicas.
En al-Andalus, la segregación de sexos y la prohibición de contactos
inapropiados entre hombres y mujeres era algo cotidiano. Historiográficamente,
desde los estudios de F. J. Simonet se construyó la idea de una sociedad
abierta que permitía un radio de libertad muy amplio para las mujeres, pero
gracias a las recientes investigaciones de autoras como M. Marín sabemos que
esa libertad era relativa y que efectivamente había una separación funcional y
espacial entre ambos géneros, en base a esa desigualdad jurídica entre hombres
y mujeres. Según esta autora “la consulta sistemática de los textos andalusíes
ofrece un panorama mucho más diverso y matizado de lo que estas
generalizaciones hacen suponer”. Lugares como el zoco o los baños son espacios
de reunión entre las mujeres, mientras que ya durante el califato de Córdoba
los juristas discutieron la validez del rezo femenino en las mezquitas, si
estaba justificada su presencia allí, o se debía limitar aún más el espacio femenino
únicamente al ámbito doméstico.
En lo relativo al campo del saber en al-Andalus, no hubo un solo centro de
cultura donde se dieran casos de mujeres que desarrollaron una actividad
intelectual y literaria, sino depende de cada período político. En época omeya,
la importancia de las demás ciudades respecto de Córdoba debía de ser muy
relativa, pero no así en el período que va desde la caída del califato hasta la
conquista cristiana. Se sabe que hubo mujeres ‘ālimāt (que sabían, tenían conocimientos o algún tipo de
instrucción) aunque no se les reconocía generalmente como estudiosas. Es
interesante ver cómo la lectura (qirā’a)
coránica, uno de los primeros pasos en la educación infantil en el islam, les
estaba vetada generalmente a muchas andalusíes, y aquellas mujeres que
sobresalieron en sus estudios lo hicieron fuera del ámbito familiar. Un ejemplo lo encontramos en el siglo XI, al-‘Abbādiyya
fue esclava del rey al-Mu‘taḍid ‘Abbād b. Muḥammad (1042-1069) y destacó como adība, es decir, mujer de letras, secretaria,
poetisa y hacía gala de grandes conocimientos de Lexicografía. Se dice que
nadie en toda Sevilla, salvo ella, conocía la palabra faḥṣa (hoyuelo en la mejilla). Aunque se desconoce su origen,
probablemente europeo, seguramente recibió una esperada educación en Oriente,
como consta en otros casos. Ibn Ḥayyān elogia la obra de otra mujer célebre que
vivió en Córdoba entre los siglos X y XI, ‘Ā’iša Bint Aḥmad, panegirista de los
amiríes, que llegó a alcanzar una posición relevante e influyente. De ella
sabemos que poseía una bella caligrafía, se dedicó también a la copia de
ejemplares coránicos (maṣāḥif) y
cuadernos (dafātir) y que su interés
por el saber era tal que llegó a reunir una gran biblioteca, aunque de sus
poemas se han conservado solo algunos fragmentos traducidos por T. Garulo y Mª
J. Rubiera. Hemos hablado de una esclava, pero la mayoría de las mujeres
piadosas eran libres (hurra), algo
que tiene que ver con su extracción social, generalmente dentro de una clase
relativamente acomodada, ciudadana, con fácil acceso al conocimiento.
Hay muchos más aspectos interesantes sobre la mujer andalusí a los que no
hemos hecho referencia por una cuestión obvia: la limitación de espacio a la
que estamos sujetos en el blog. Así que, para concluir, queremos resaltar cómo las
prácticas intelectuales a las que se dedicaron algunas mujeres fue algo
excepcional, fuera del ámbito doméstico al que la generalidad del género
femenino estaba relegado, aunque esto habría que matizarlo, pues dependía mucho
de la clase social a la que perteneciese y del período político dentro de la
historia de al-Andalus.
Para saber más:
BARLAS, A. "Believing women" in Islam: unreading patriarcal interpretations of the Qur'an, University of Texas Press, 2002
MARÍN, M. Mujeres en al-Andalus, Centro Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2000
LÓPEZ DE LA PLAZA, G. al-Andalus: mujeres, sociedad y religión, Atenea, Estudios sobre la mujer, Universidad de Málaga, 1992
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