martes, 27 de noviembre de 2012

Palabras de al-Zuhrī (s.XII) sobre al-Ándalus


“En todo el mundo no existe ninguna otra zona (…) en la que el viajero no encuentre tres o cuatro ciudades próximas la una de la otra. Entre sus bendiciones figura que nadie que viaje a través de ella [recorrerá] dos parasangas sin encontrar agua, ni tres sin encontrar pan y aceite en las tiendas, y ello a lo largo del viaje.”

Palabras de al-Zuhrī (s.XII) sobre al-Ándalus, recogidas en Paisaje y naturaleza en al-Ándalus ROLDÁN  CASTRO, Fátima (coord.) Fundación El legado andalusí, Granada, 2004. 

Fragmento de al-Hulal al-Mawŝiyya: la formación de combate almohade

“Hicimos (los almohades) un cercado cuadrado en el llano y pusimos a cada uno de sus cuatro lados una fila de hombres con largas lanzas y corazas defensivas, y detrás de ellos los de las adargas y jabalinas formando la segunda línea, y detrás de ellos los de las hondas con piedras en ellas, y detrás de ellos los arqueros con arcos de pie, y en medio la caballería. Cuando los atacaba la caballería almorávide, ésta no encontraba sino largas lanzas enfiladas, jabalinas, piedras y saetas voladoras. Cuando no podían con la defensa y volvían, salía la caballería de los almohades por los caminos que habían dejado y por las brechas que habían preparado, y alcanzaba al que alcanzaba, y si volvían a la carga sobre ellos, entraban en el bosque de las lanzas”

Al-Hulal al-Mawŝiyya. Crónica árabe de las dinastías almorávide, almohade y benimerín. (Ed. Huici Miranda)

Literaturas en contacto en la Península Ibérica: diferentes gemas de un mismo collar


Al-Ándalus significaba mucho más que un territorio fronterizo. Era el contraste de dos mundos aparentemente opuestos, ideológicamente enfrentados, cuya lucha articuló el pensamiento de la Península Ibérica, pero también lo hizo su confluencia, el intercambio cultural fue inmenso. Es curioso comprobar cómo en las crónicas de al-Hayyān, las virtudes musulmanas se contraponen a los defectos encarnados por los cristianos. De hecho, cuando se habla de Ordoño II, se refiere a él como “rey de los asturianos y leoneses, Dios lo maldiga”. Es decir que, aunque hubo contacto y mutuas influencias, no se puede hablar, como generalmente se hace, de una perfecta convivencia pacífica entre las tres grandes religiones. 

viernes, 16 de noviembre de 2012

Almohades: doctrina de ruptura


“Yo soy Muhammad b. Abd Allah”, y elevó su linaje hasta el Profeta y se atribuyó la pretensión de la impecabilidad y que él era el Mahdi impecable y expuso sobre esto muchas tradiciones hasta convencerlos de que él era el Mahdi. Extendió su mano y lo reconocieron como tal y les dijo: “vuestro reconocimiento es como el de los compañeros del Enviado de Dios”. Luego les redactó obras sobre la ciencia, entre ellas el libro que intituló Lo más noble que se busca y dogmas sobre los fundamentos de la religión. Seguía la escuela de Abu al-Hasan al-Asari en la mayoría de las cuestiones, excepto en la demostración de los atributos, porque estaba con la Mutazila en su negación y en otras pocas cuestiones y ocultaba algo del Siismo, solo que no manifestaba nada de ello al pueblo. Hizo categorías de sus compañeros y puso a diez de ellos que eran los que huyeron los primeros y se apresuraron a secundarle y son los llamados al-Yamaa; puso a Cincuenta en la segunda categoría y estas no las componía una sola cábila, sino que eran de cábilas distintas. 
‘Abd al-Wāid al-Marrākuŝī (Ed. Huici Miranda)

A principios del siglo XII, en el Atlas magrebí, surgía un movimiento reformador, revolucionario, que vendría a cambiar todo el panorama político, social y religioso del Occidente islámico. Muammad Ibn Tūmart, fundador de este nuevo empuje, junto a las tribus beréberes masmuda encabezadas por los hintata que le apoyaban, poco a poco fue predicando e imponiendo su doctrina frente a los “antropomorfistas” almorávides, señores de al-Magrib al-Aqṣā y de al-Andalus en aquellos momentos. Los miembros de esta nueva espiral reformadora y restauradora de la pureza original del islam se debían sentir identificados con el adīṯ en el que se afirmaba que “El islam comenzó siendo un extraño y volverá a ser un extraño como empezó. ¡Bienaventurados sean los extraños!”. Ibn Tūmart y sus seguidores, los verdaderos creyentes, se sentirían así como extraños, gurabā’, en un mundo de decadencia religiosa.