Normalmente se suele identificar el ŷihād con el
concepto de “guerra santa” cristiana, algo que, como veremos, no es correcto, y
en todo caso sólo podría definir una pequeña parcela de su significado. El
término جهاد, ŷihād, deriva de la raíz
trilítera جهد, ŷahada, que significa esforzarse. Ŷihād es el esfuerzo personal o habilidad en
contener un objeto de desaprobación, objeto que se suele categorizar en la
literatura como derivado de tres fuentes: un enemigo visible, el demonio, o un
aspecto de uno mismo. Por lo tanto, como se puede observar, hay numerosos tipos
de ŷihād, y muchos nada tienen que
ver con la guerra.
Si bien existen categorías como “ŷihād del corazón” o “ŷihād de la lengua”, lo más habitual es dividir el ŷihād en dos concepciones, extraídas de un ḥadīṯ de
Muḥammad, el الجهاد الأكبر, al- ŷihād al-akbar o ŷihād mayor, y الجهاد الأصغر, al- ŷihād al-aṣgar o ŷihād menor. El primero de ellos significaría el
esfuerzo por ser un buen musulmán, el esfuerzo en el camino de Dios, في سبيل الله, mientras
que la segunda categoría se acercaría más al concepto de “guerra santa”
occidental. De hecho, el término ŷihād aparece treinta y cinco veces en el Corán, veintidós
de las cuales significa esfuerzo o superación de la conducta propia y
colectiva, en tres elevación espiritual de los creyentes y, por último, en diez
de ellas guerra. El Profeta priorizaría siempre el ŷihād mayor, que a su vez sería el
más difícil de realizar. Se puede leer en uno de los ḥadīṯ que Muḥammad dijo a
un grupo de combatientes musulmanes que regresaban a sus casas:
“Bienaventurados vosotros que regresáis del ŷihād menor al ŷihād mayor”, tras lo cual le preguntaron los
soldados: “¿Cuál es el ŷihād mayor?, respondiendo el
Profeta: “La lucha contra el yo”. Afirma al-Gazālī que Muḥammad dijo que la
verdadera guerra santa, que el verdadero ŷihād era el combate contra las propias pasiones. El
ŷihād menor también se iguala en
ocasiones al concepto de جهاد السيف, ŷihād al-sayf o ŷihād de la espada, referida esta última categoría
a defender el islam y propagar la fe, aunque no necesariamente por las armas.
Vemos entonces como no es
equiparable el ŷihād a la “guerra santa”, ya que
es un concepto muchísimo más amplio. Quizás cabría definir el ŷihād de la espada como cualquier acto de guerra
promocionado por las autoridades musulmanas legítimas en beneficio de la
comunidad religiosa y determinado a engrandecer el islam y la Umma, ya
que es una definición enmarcada tanto en criterios legales como ideológicos y
religiosos, no como la definición de “guerra santa”, que sólo se encuadra en
los últimos. En los sucesivos párrafos vamos a intentar acercarnos al concepto
de ŷihād como acción militar.
Para aproximarse a una definición del ŷihād, es
importante tener claro que su doctrina en la literatura jurídica islámica
define un estado de relaciones entre el mundo islámico y el mundo “infiel”,
unas relaciones donde los conceptos de دار الإسلام, Dār
al-Islām o “Casa del Islam” y دار الحرب, Dār al-Ḥarb o “Casa de la
Guerra” tienen mucha importancia. La ciencia jurídica islámica se construyó
alrededor de la idea de un solo estado islámico, que constituiría el territorio
de Dār al-Islām, estando por consiguiente en permanente guerra frente al
exterior, un territorio donde no reinaría la ley islámica. El ŷihād como guerra sería así continuo frente a esos
territorios, habría un estado de hostilidad inmovible hasta que se diese la
conversión de las poblaciones o, en caso de la “Gente del Libro” su subyugación
a la ley islámica y el pago del tributo, pasado a ser parte de la “Casa del
Islam”. Por este motivo, los tratados de paz entre musulmanes e infieles eran
legalmente imposibles. El ŷihād no terminaría nunca (al no
ser que todo el mundo estuviese bajo gobierno islámico) y sólo podría ser
suspendido temporalmente por treguas que no sobrepasasen los diez años. Esta
limitación de una década atiende a la tregua que firmó Muḥammad en el año de Ḥudaībiya,
es decir, el año 628, con las autoridades mequíes por la cual suspendían las
hostilidades durante diez años. En el capítulo sobre el ŷihād que Averroes incluye en su manual jurídico al-Bidāya,
aparece explicada con mucho detalle la polémica existente entre los
distintos juristas musulmanes acerca de las treguas, acerca de la obligatoriedad
de encontrarse o no el islam en una situación crítica para firmarlas, acerca de
la necesidad o no de percibir un tributo de los infieles durante la tregua,
etc.
Sin embargo, cuando empezó la
fragmentación del califato abasí tras el siglo X algunos juristas comenzaron a
diseñar un mapa diferente, estableciendo un área intermedia entre Dār al-Islām y
Dār al-Ḥarb llamada دار العهد, Dār al-‘Ahd o “Casa del Pacto” donde podían
establecerse estados no musulmanes que fueran eximidos de ataques, pero con la
condición de que reconociesen la superioridad del islam y pagasen un tributo.
Además, comenzaba a permitirse
jurídicamente la entrada de infieles provenientes de Dār al-Ḥarb en territorio
bajo dominio islámico, para poder justificar así la llegada de comerciantes
bizantinos. Algo más tarde, en el siglo XII, sería acuñado el concepto de مصلحة, maṣlaḥa o interés,
entendiéndose por interés público, según el cual se permitía cierta
flexibilidad a la hora de negociar con infieles. Ibn Qudāma, un jurista hanbalí
cercano a Ṣalāḥ ad-Dīn fue uno de los creadores de este concepto. Lo cierto es
que esas nuevas ideas que llegaron tras la decadencia política del califato de
Bagdad vinieron acompañadas de un decaimiento del espíritu del ŷihād. Pero también se dio una solución que hacía
hincapié en un ŷihād mucho más espiritual, mucho
más cercano al ŷihād mayor que al menor, aunque
también se daban dosis de belicismo. Esa respuesta más individualista, aparecida
sobre todo a partir del fin de la expansión islámica tras el fallido intento de
conquistar Constantinopla (717-718), es la creación de ribāṭ a lo largo del
mundo islámico, aunque destacan los de al-Andalus.
Si hacemos una lectura del ŷihād como acto bélico dentro del Corán, veremos
numerosas contradicciones. La teoría tradicional explica estas diferencias
dentro del propio libro sagrado como un proceso de evolución del propio Muḥammad,
del estado de la Umma y de la revelación. Se distinguirían así cuatro fases. La
primera de ellas sería una fase de no confrontación, estando todavía los
musulmanes en clara desventaja e inferioridad. Esta fase estaría representada
por aleyas como la siguiente:
Llama al camino de tu Señor
con sabiduría y buena exhortación. Discute con ellos de la manera más
conveniente. Tu Señor bien quién se extravía de Su camino y sabe bien quiénes
son los bien dirigidos. (16:125)
Tras esa fase llegaría una
de lucha defensiva, donde la comunidad islámica sería ya más fuerte y podría
permitirse rechazar ataques. Estaría representada por aleyas como estas:
Combatid por Dios contra
quienes combatan contra vosotros, pero no os excedáis. Dios no ama a los que se
exceden. (2:190)
Les está permitido (el combate) a quienes
son atacados, porque han sido tratados injustamente. Dios es, ciertamente,
poderoso para auxiliarles. (22:39)
La tercera fase vendría representada por la
posibilidad de iniciar ofensivas, pero atendiendo a las antiguas restricciones,
como la imposibilidad de luchar en el mes sagrado, الشهر الحرام, al-ŝuhr al-ḥarām. Se observa
en aleyas como:
Te preguntan si está
permitido combatir en el mes sagrado. Di: “Combatir en ese mes es pecado grave.
Pero apartar del camino de Dios, y negarle, y de la Mezquita Sagrada y expulsar
de ella a la gente es aún más grave para Dios, así como tentar es más grave que
matar”. Si pudieran no cesarían de combatir contra vosotros hasta conseguir
apartaros de vuestra fe. Las obras de aquellos de vosotros que apostaten de su
fe y mueran como infieles serán vanas en la vida de acá y en la otra. Ésos
morarán en el Fuego eternamente. (2:217)
Por último, llegaría el
estado en el que la Umma habría sido lo suficientemente poderosa como para
poder atacar incondicionalmente, expuesto en aleyas como la siguiente:
Se ha prescrito que
combatáis, aunque os disguste. Puede que os disguste algo que os conviene y
améis algo que no os conviene. Dios sabe, mientras que vosotros no sabéis. (2:216)
En esta visión tradicional se incluyen además los
llamados “versos de la espada” que tratan sobre los enemigos a los que los
musulmanes están obligados a combatir, cuatro en concreto. Los primeros son los
idólatras:
Cuando hayan trascurrido los meses sagrados, matad a
los asociadores dondequiera que los encontréis. ¡Capturadlos! ¡Sitiadlos!
¡Tendedles emboscadas por todas partes! Pero si se arrepienten, hacen la azalá y
dan el azaque, entonces ¡dejadlos en paz! Dios es indulgente, misericordioso. (9:5)
Luego estarían la أهل الكتاب, ahl
al-kitāb o “Gente del Libro”, es decir, los que han recibido alguna de las
revelaciones, los judíos y cristianos:
Combatid contra quienes,
habiendo recibido la Escritura, no creen en Dios ni en el último Día, ni
prohíben lo que Dios y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión
verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente. (9:29)
Los que parecen musulmanes
pero no se comportan como tal:
¡Profeta! ¡Combate contra
los infieles y contra los hipócritas y sé duro con ellos! Tendrán la gehena por
morada. ¡Qué mal fin…! (9:73)
Y por último, los musulmanes
que oprimen a otros musulmanes:
Si dos grupos de creyentes
combaten el uno contra el otro ¡reconciliadles! Y, si uno de ellos oprime al
otro, ¡combatid contra el opresor hasta reducirle a la obediencia de Dios! Y,
si es reducido, ¡reconciliadles de acuerdo a la justicia y sed equitativos!
Dios ama a los que observan la equidad. (49:9)
Frente a esta teoría
tradicional. Revve Firestone formuló una hipótesis revolucionaria en la que explicaba estas contradicciones
existentes en el Corán mediante la existencia de facciones dentro de los
musulmanes que estarían más o menos de acuerdo en la expansión militar del
Islam. Esto se vería, por ejemplo, en la siguiente aleya:
Los creyentes que se queden
en casa, sin estar impedidos, no son iguales que los que combaten por Dios con
sus haciendas y sus personas. Dios ha puesto a los que combaten con su hacienda
y sus personas un grado por encima de los que se quedan en casa. A todos, sin
embargo, ha prometido Dios lo mejor, pero Dios ha distinguido a los
combatientes de los que se quedan en casa con una magnífica recompensa. (4:95)
Entrando en aspectos
jurídicos, el ŷihād de la espada es un deber
colectivo, cuyo cumplimiento por unos pocos exime al resto de musulmanes. Sin embargo,
cuando se desarrolla en defensa del dominio islámico puede convertirse en un
deber fundamental e individual, que obligaría a todos los musulmanes aptos para
ello. Averroes explica muy bien el carácter de obligación colectiva en su
capítulo sobre el ŷihād. En teoría, el califa debía
llamar al ŷihād una vez al año y dirigir
las tropas al lado más expuesto de los territorios islámicos. Aunque bien
entrado el siglo XII, periodo cronológico que aquí nos interesa, todos los
sabios en ciencia islámica estaban de acuerdo, como narra Averroes, en que
antes de lanzar el ŷihād era necesario que el enemigo
hubiese oído la llamada del islam. Esta condición previa necesaria se basa en
la siguiente aleya:
Quien sigue la vía recta la
sigue, en realidad, en provecho propio, y quien se extravía se extravía, en realidad,
en detrimento propio. Nadie cargará con la carga ajena. Nunca hemos castigado
sin haber mandado antes a un enviado. (17:15)
Javier Albarrán
Bibliografía
FRANCO-SÁNCHEZ, Francisco. “El yihad y su sustituto
el ribat en el Islam tradicional: Evolución desde un espíritu militarista y
colectivo hacia una espiritualidad interior e individual” en Mirabilia 10,
2010.
FIRESTONE, Revven. Jihad. The origin of holy War in Islam. Oxford
University Press, New York 1999.
MAÍLLO SALGADO, Felipe. Diccionario de derecho
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MAÍLLO SALGADO, Felipe. Vocabulario de historia
árabe e islámica. Akal,
Madrid 1999.
PETERS, Rudolph. La yihad en el Islam medieval y
moderno. Universidad de Sevilla, Sevilla 1998.
TAMAYO, Juan José. Islam. Cultura, religión y
política. Trotta, Madrid 2009.
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