Siempre hay que
tener cierto cuidado cuando se trata con textos antiguos. En concreto, nos
vamos a adscribir a las crónicas medievales árabes, que están repletas de
elementos ficticios, leyendas que se remontan a tradiciones anteriores – a
veces incluso se puede rastrear el sustrato clásico y helenístico de éstas – que
pudieron haberse transmitido de forma oral durante mucho tiempo, o a través de
crónicas anteriores con las que no contamos hoy en día. El problema, ya
centrándonos en la conquista de Hispania por los musulmanes, es que no contamos
con relatos creados en ese mismo momento, sino que la mayoría de las obras que
nos han llegado son posteriores, aunque narren los acontecimientos del 92/711. La
complejidad que encierran las fuentes sobre la conquista permite, sin embargo,
desgajar algunas leyendas interesantes que luego se trasvasarían al imaginario colectivo
como demuestra el fenómeno de “los sueños de Lucrecia”, que en el siglo XVI
identificaron al rey Felipe III como don Rodrigo. La historiografía medieval
española, como señaló Eduardo Manzano Moreno en su artículo las fuentes árabes sobre la conquista de
al-Andalus, ha tenido como tema recurrente precisamente lo ocurrido en ese
92/711.
No son pocas las
crónicas que recogen distintas caracterizaciones del rey don Rodrigo y de su
adversario Witiza, aunque, al contrario que ocurre con las fuentes latinas, no
se da un “principio de causalidad” para la conquista. Dentro del discurso
cronístico, el uso de elementos providenciales o legendarios, nos interesa que
la posible identificación de personajes o argumentos, sino cómo se ensamblan
esos elementos en distintos relatos. Las
dos fuentes árabes que podemos considerar como obras claves sobre la conquista
son Kitāb Futūḥ Miṣr del egipcio Ibn
‘Abd al-Ḥakam (m. 257 H. /871), y Kitāb
al-Ṭa’rīj del andalus, de ‘Abd al-Malik b. Habīb (m. 238 H. /853). Curiosamente,
y como señala Eduardo Manzano, las primeras crónicas sobre la conquista se
escribieron en Egipto, y eso es un dato que no hay que perder de vista. Otra
obra fundamental y también relativamente temprana es la de Ibn al-Qūṭiyya.
Tampoco quiero extenderme demasiado en autores u obras, pues lo importante
realmente es el contenido, la noción de “leyenda heroica” que se refleja en los
relatos de conquista.
Haciendo referencia
a Alejandro García Sanjuan y su artículo Las
causas de la conquista de la Península Ibérica según las crónicas medievales, varios
dichos proféticos o hadices habrían adelantado de alguna forma la conquista,
como se constata en fuentes árabes andalusíes a partir del siglo XI, aunque
estos hadices no formarían parte de las recopilaciones canónicas y por tanto
fueran negados por los exégetas andalusíes.
En al-Ándalus, si
hay una “leyenda heroica” (futūhat)
como define Mª Jesús Rubiera, esa es la de la propia conquista de Hispania por
los musulmanes. Se compondría de dos
partes, una más propia de los cantares de gesta de formación hispano-visigodos,
que determinaría la pérdida de Hispania por culpa de una doble transgresión del
derecho por parte de Rodrigo, el rey de los godos, al llevar a cabo la
violación de Florinda la Cava, hija del conde Julián, y la apertura de la
habitación cerrada de Toledo. La apertura de la habitación de los candados es,
como la violación, un hecho impuro, que nos puede recordar a Pandora y su
famosa caja, una transgresión que condena a un pueblo entero y que
posteriormente se leería en clave de castigo divino.
El conde Julián
habría facilitado el paso a la figura heroica como tal; Tarīq. Probablemente,
esta leyenda se difundió por los colaboracionistas hispano-visigodos, en busca
de legitimación y apoyo, pues no estaban de acuerdo con el ascenso de Rodrigo
al trono tras la muerte de Witiza. Esta idea de pérdida de Hispania por culpa
de la mala actuación del soberano, se mantendría en el ideario popular hasta el
siglo XVII incluso, cuando este discurso se retoma tras el desastroso gobierno
de Felipe III y su valido el duque de Lerma. El Ciclo de Rodrigo es el
nombre que recibe esta amplia literatura épica castellana sobre la supuesta
mala acción del rey de los godos. La segunda parte de la historia sería
propiamente árabigo-musulmana, como indica Rubiera y ésta sería la Leyenda de
la mesa de Salomón, un enfrentamiento entre el héroe, Tarīq, y el gobernador
Mūsā, que intenta apropiarse del mérito de la conquista de Hispania, cuando el
propio mérito recae sobre Tarīq. Esta construcción literaria se puede entender
como un intento de esos primeros conquistadores por legitimar su acción frente
a las tropas árabes de Mūsā, que trataron de aprovecharse del éxito inicial una
vez conquistado gran parte del territorio. Tras haber vencido a Rodrigo, Tarīq,
que además se encontraría revestido de actuaciones y elementos heroicos y
legendarios como señales proféticas en el cuerpo; intenta apoderarse de la mesa
del rey Salomón, pero el gobernador se hace con ella y sólo puede quedarse con
una pata. En el momento en el que el califa les hace llamar a Damasco, es
precisamente esa pata la que le evidencia como el auténtico conquistador de
Hispania, imponiendo su heroicidad a la codicia de Mūsā que había negado la
existencia de la mesa.
Este es tan solo un
ejemplo de los relatos que se pueden encontrar en las crónicas de la conquista,
que además no tienen un discurso homogéneo, sino que cada autor pone énfasis en
alguna característica del héroe o en cuál pudo ser la causa principal de la
conquista. Especialmente las crónicas cristianas como las citadas del Ciclo de Rodrigo nos permiten analizar
la división existente en el reino visigodo en los momentos previos a la llegada
de los musulmanes. La cantidad de leyendas que se generaron en torno al rey don
Rodrigo y a Witiza tuvieron su reflejo en las crónicas árabes, que tampoco siguieron
una línea clara sobre la legitimidad de uno u otro. Más allá de la visión que
se pueda tener del reino visigodo, es interesante centrarse en los roles que
juegan Tarīq y Mūsā, pues no podemos olvidar que el primero se trataría de un mawla o cliente, de origen beréber –
aunque sobre esto también hay discrepancia en las fuentes – frente al gobernador
de Ifriqiya, que se podría interpretar casi como el “malo de la película” al
que desafía Tarīq, el héroe.
Para finalizar, una
pequeña reflexión sobre esta mezcla de elementos hispano-visigodos y
árabigo-musulmanes que articulan todo un ideario peninsular que se mantendría
en torno a la leyenda heroica de la conquista de Hispania, y que tendría
incluso reminiscencias hasta nuestros días, pues es más fácil que alguien
conozca la historia del ultraje de la pobre Florinda, hija del conde Julián, a
que sepa exactamente cuál fue la realidad. Además, estos elementos heroicos
perviven en la construcción identitaria peninsular. Para que nos hagamos una
idea de hasta qué punto pueden repercutir en nuestros días, solamente tenemos
que ir retroceder al año 2001, cuando se estrenó una película de Carlos Saura
titulada Buñuel y la Mesa de Salomón
, que sería una especie de biografía no convencional del cineasta.
Aurora González Artigao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario