lunes, 10 de junio de 2013

Unas pinceladas sobre las leyendas de la conquista

Siempre hay que tener cierto cuidado cuando se trata con textos antiguos. En concreto, nos vamos a adscribir a las crónicas medievales árabes, que están repletas de elementos ficticios, leyendas que se remontan a tradiciones anteriores – a veces incluso se puede rastrear el sustrato clásico y helenístico de éstas – que pudieron haberse transmitido de forma oral durante mucho tiempo, o a través de crónicas anteriores con las que no contamos hoy en día. El problema, ya centrándonos en la conquista de Hispania por los musulmanes, es que no contamos con relatos creados en ese mismo momento, sino que la mayoría de las obras que nos han llegado son posteriores, aunque narren los acontecimientos del 92/711. La complejidad que encierran las fuentes sobre la conquista permite, sin embargo, desgajar algunas leyendas interesantes que luego se trasvasarían al imaginario colectivo como demuestra el fenómeno de “los sueños de Lucrecia”, que en el siglo XVI identificaron al rey Felipe III como don Rodrigo. La historiografía medieval española, como señaló Eduardo Manzano Moreno en su artículo las fuentes árabes sobre la conquista de al-Andalus, ha tenido como tema recurrente precisamente lo ocurrido en ese 92/711.



No son pocas las crónicas que recogen distintas caracterizaciones del rey don Rodrigo y de su adversario Witiza, aunque, al contrario que ocurre con las fuentes latinas, no se da un “principio de causalidad” para la conquista. Dentro del discurso cronístico, el uso de elementos providenciales o legendarios, nos interesa que la posible identificación de personajes o argumentos, sino cómo se ensamblan esos elementos en distintos relatos.  Las dos fuentes árabes que podemos considerar como obras claves sobre la conquista son Kitāb Futūḥ Miṣr del egipcio Ibn ‘Abd al-Ḥakam (m. 257 H. /871), y Kitāb al-Ṭa’rīj del andalus, de ‘Abd al-Malik b. Habīb (m. 238 H. /853). Curiosamente, y como señala Eduardo Manzano, las primeras crónicas sobre la conquista se escribieron en Egipto, y eso es un dato que no hay que perder de vista. Otra obra fundamental y también relativamente temprana es la de Ibn al-Qūṭiyya. Tampoco quiero extenderme demasiado en autores u obras, pues lo importante realmente es el contenido, la noción de “leyenda heroica” que se refleja en los relatos de conquista.
Haciendo referencia a Alejandro García Sanjuan y su artículo Las causas de la conquista de la Península Ibérica según las crónicas medievales, varios dichos proféticos o hadices habrían adelantado de alguna forma la conquista, como se constata en fuentes árabes andalusíes a partir del siglo XI, aunque estos hadices no formarían parte de las recopilaciones canónicas y por tanto fueran negados por los exégetas andalusíes.  

En al-Ándalus, si hay una “leyenda heroica” (futūhat) como define Mª Jesús Rubiera, esa es la de la propia conquista de Hispania por los musulmanes.  Se compondría de dos partes, una más propia de los cantares de gesta de formación hispano-visigodos, que determinaría la pérdida de Hispania por culpa de una doble transgresión del derecho por parte de Rodrigo, el rey de los godos, al llevar a cabo la violación de Florinda la Cava, hija del conde Julián, y la apertura de la habitación cerrada de Toledo. La apertura de la habitación de los candados es, como la violación, un hecho impuro, que nos puede recordar a Pandora y su famosa caja, una transgresión que condena a un pueblo entero y que posteriormente se leería en clave de castigo divino.
El conde Julián habría facilitado el paso a la figura heroica como tal; Tarīq. Probablemente, esta leyenda se difundió por los colaboracionistas hispano-visigodos, en busca de legitimación y apoyo, pues no estaban de acuerdo con el ascenso de Rodrigo al trono tras la muerte de Witiza. Esta idea de pérdida de Hispania por culpa de la mala actuación del soberano, se mantendría en el ideario popular hasta el siglo XVII incluso, cuando este discurso se retoma tras el desastroso gobierno de Felipe III y su valido el duque de Lerma. El Ciclo de Rodrigo  es el nombre que recibe esta amplia literatura épica castellana sobre la supuesta mala acción del rey de los godos. La segunda parte de la historia sería propiamente árabigo-musulmana, como indica Rubiera y ésta sería la Leyenda de la mesa de Salomón, un enfrentamiento entre el héroe, Tarīq, y el gobernador Mūsā, que intenta apropiarse del mérito de la conquista de Hispania, cuando el propio mérito recae sobre Tarīq. Esta construcción literaria se puede entender como un intento de esos primeros conquistadores por legitimar su acción frente a las tropas árabes de Mūsā, que trataron de aprovecharse del éxito inicial una vez conquistado gran parte del territorio. Tras haber vencido a Rodrigo, Tarīq, que además se encontraría revestido de actuaciones y elementos heroicos y legendarios como señales proféticas en el cuerpo; intenta apoderarse de la mesa del rey Salomón, pero el gobernador se hace con ella y sólo puede quedarse con una pata. En el momento en el que el califa les hace llamar a Damasco, es precisamente esa pata la que le evidencia como el auténtico conquistador de Hispania, imponiendo su heroicidad a la codicia de Mūsā que había negado la existencia de la mesa.

Este es tan solo un ejemplo de los relatos que se pueden encontrar en las crónicas de la conquista, que además no tienen un discurso homogéneo, sino que cada autor pone énfasis en alguna característica del héroe o en cuál pudo ser la causa principal de la conquista. Especialmente las crónicas cristianas como las citadas del Ciclo de Rodrigo nos permiten analizar la división existente en el reino visigodo en los momentos previos a la llegada de los musulmanes. La cantidad de leyendas que se generaron en torno al rey don Rodrigo y a Witiza tuvieron su reflejo en las crónicas árabes, que tampoco siguieron una línea clara sobre la legitimidad de uno u otro. Más allá de la visión que se pueda tener del reino visigodo, es interesante centrarse en los roles que juegan Tarīq y Mūsā, pues no podemos olvidar que el primero se trataría de un mawla o cliente, de origen beréber – aunque sobre esto también hay discrepancia en las fuentes – frente al gobernador de Ifriqiya, que se podría interpretar casi como el “malo de la película” al que desafía Tarīq, el héroe.

Para finalizar, una pequeña reflexión sobre esta mezcla de elementos hispano-visigodos y árabigo-musulmanes que articulan todo un ideario peninsular que se mantendría en torno a la leyenda heroica de la conquista de Hispania, y que tendría incluso reminiscencias hasta nuestros días, pues es más fácil que alguien conozca la historia del ultraje de la pobre Florinda, hija del conde Julián, a que sepa exactamente cuál fue la realidad. Además, estos elementos heroicos perviven en la construcción identitaria peninsular. Para que nos hagamos una idea de hasta qué punto pueden repercutir en nuestros días, solamente tenemos que ir retroceder al año 2001, cuando se estrenó una película de Carlos Saura titulada Buñuel y la Mesa de Salomón , que sería una especie de biografía no convencional del cineasta.

Aurora González Artigao.

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